lunes, 9 de marzo de 2015

Lunes.

Hoy, como cada lunes, mientras los demás corren presurosos a sus casas en busca de consuelo y descanso tras la jornada de lunes, nosotros, los judokas nos dirigiremos al Dojo a ponernos nuevamente bajo el yugo del entrenamiento. La verdad es que muy a menudo tengo la misma intención que el común de los mortales, de ir a casa, comer algo, mirar tele y luego dormir; sin embargo, con la misma frecuencia, es el deber el que me conduce una vez más al tatami, a dirigir una clase más, aunque no lleguen todos los que debieran o quisiera, aunque los recursos no sean los adecuados y aunque mi cama me llame telepáticamente. Siento una especie de orgullo insano por ser de los pocos entre mis compatriotas que reservan tiempo y recursos a la actividad física; ésto debido a que con el paso del tiempo se hace cada vez más evidente que el deporte es una verdadera fuente de la juventud, pues mientras mis coetáreos cultivan una abultada panza y se mueven casi despreciando cada paso, yo aun puedo jugar con mis hijos. Hace no mucho tiempo atrás entrenaba motivado por la búsqueda de aquella expresión técnica que va más allá de las leyes newtonianas. Habiendo alcanzado un cierto grado de conocimiento en esas materias, debo decir que no sirve de nada, así que me tendré que buscar una nueva motivación para entrenar. Hoy, consciente de que los tiempos de Dios son perfectos, pongo mis dudas en sus manos y que la suerte del Judo angolino sea la que Él quiera. SDD Sensei Eduardo Osorio.

sábado, 21 de febrero de 2015

Mi casa, mis reglas.

En el entrenamiento del viernes, escaso de participantes, como ya describí en una entrada anterior, uno de mis alumnos me preguntó por qué se habían implementado restricciones al uso del Dojo en horarios extraordinarios. Mi respuesta fue bastante extensa, pues tuve que explicar que el origen de la medida era la necesidad de mitigar los daños que los usuarios extraordinarios le estaban provocando al Dojo, dado que la totalidad de éstos se habían provocado en mi ausencia, era de suponer que los culpables eran quienes entrenaban fuera de mis sesiones, por lo que se adoptó la medida de prohibir el uso del Dojo fuera de los horarios formales de entrenamiento. Sin embargo, la medida tiene también una segunda lectura: Y es que quiero impedir la formación de "facciones" dentro del Dojo; grupúsculos de judokas que, haciéndole el quite a mis sesiones, se junten a entrenar lo que quieran, cuando quieran y con quien quieran. Eso lo considero más inaceptable aun que la destrucción parcial de material de entrenamiento, pues supone un libertinaje que puede desembocar en lesiones, injurias e incluso faltas de respeto, como ya ocurrió en el pasado. Conclusión: Quien quiera entrenar en mi Dojo tendrá que aceptar mis reglas. SDD. Sensei Eduardo Osorio Nieto.

viernes, 20 de febrero de 2015

Tormenta de verano.

Todos los veranos es lo mismo: Baja notablemente la asistencia de judokas al Dojo, como consecuencia obvia del período de vacaciones. Sin embargo, éste año me ha impactado de manera diferente; es que, como nunca antes se ha consolidado una verdadera familia dentro del Club y, como tal, se les extraña mucho. Creo que la visión de Shihan Kano de fraternidad tenía que ver con la generación de esos lazos extra-deportivos. El secreto radica, creo yo, en la homogeneidad de edades y de intenciones sobre el tatami, pues no hay estrellatos que ostentar, aunque tengamos nuestros triunfos y nadie pretende (aunque se podría en algún que otro caso) llegar a la selección nacional. Esa ausencia de "calendario competitivo" nos brinda la libertad de estudiar un judo mucho más libre, sin kilajes que alcanzar, ni títulos que mantener. La motivación está dada por la vida sana, la sana convivencia y la supresión del estrés. En lo personal estoy viviendo una nueva etapa en mi vida, una que daría tema para otro blog incluso, por lo que espero seguir sosteniendo mi motivación personal, que tengo claro, es el motor sobre el que se mueve todo el Dojo. Esperemos entonces ver lo que nos depara la Providencia. SDD.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Valiente.

El karate fue mi primer amor en lo que a artes marciales se refiere... y fue un amor sufrido, lleno de dolor y de frustraciones, pero que afronté con entereza, convencido que era el camino correcto para mí. Justo cuando me consideraba bien entrenado y me había acostumbrado a los rigores del karate tradicional, mi vida dió un giro, alejándome del arte y poniéndome frente a la necesidad de re-encauzar mi gusto marcial. El Judo fue la disciplina escogida, a pesar de mi disgusto por tratarse de una expresión "caótica" en comparación con los rígidos esquemas técnicos del karate. Un entrenamiento diferente, con exigencias y bemoles distintos a lo vivido hasta ese momento terminó por marcar mi temor a la práctica; temor que determinó mi prematuro abandono del tatami a los meses de iniciada mi práctica. Decidido a persistir retomé mis entrenamientos en el siguiente ciclo académico, sin haber superado aun mis temores, ni mis críticas al sistema de trabajo. Esto provocó variadas somatizaciones en mí, incluyendo cefaleas, asma, colon irritable y neuralgias variadas. Hasta que mi Sensei me obligó a competir por primera vez, experiencia que modificó definitivamente mi percepción del entrenamiento, al darme a entender que todo lo vivido en al tatami tenía un sentido específico. Tras años de practicar a contra pelo por fin distinguía objetivos frente a mí. Uno de ellos era volcarme a la formación de nuevos judokas. Así fue que años después me inicié en la enseñanza del Judo con una premisa clara: Hacer del tiempo sobre el tatami una experiencia lo más amigable posible para los novatos, de modo de evitar la deserción por frustración o miedo. Hoy me dedico a convertir en judokas a personas comunes y corrientes, a diferencia de mis colegas dedicados a la captación de "talentos". Mi club se conforma de personas que, superando sus limitaciones, entrenan con dedicación y constancia, buscando la siempre posible superación personal. Mi trabajo como sensei es ponerlos en contacto con sus limitaciones, porque solo siendo conscientes de ellas, somos capaces de escoger superarlas. La valentía, entonces, no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de actuar a pesar del miedo.

sábado, 13 de abril de 2013

Saldo positivo.

Hoy despues de mucho tiempo volvimos al tatami de competición, como es usual, teniendo que dejar nuestra ciudad, sacrificando recursos y energía en la empresa. Siento, terminada la jornada, que el saldo es positivo, dado que no era precisamente una cita de nocivios y para todos, excepto para uno de nuestros compañeros, esta fue su primera experiencia competitiva; experiencia que estuvo teñida por igual, tento de triunfos, como derrotas. El saldo es positivo además, porque creo que todos entendieron que el Shiai no tiene otro sentido más que entrenar, poniendo en juego de modo realista nuestras habilidades, arsenal y condiciones como judokas. Pero se ha sumado un elemento más a éste saldo positivo: El sentido de equipo que inundó a los miembros de nuestro Dojo, empapando imcluso a quienes no pudieron asistir a la cita deportiva y que no dejaron de alentarnos a la distancia. Porque eso es finalmente el JUDO: El cumplimiento de la quimera humanista de Jigoro Kano, de generar lazos de amistad y cooperación mutua entre los hombres a través de la práctica deportiva. Debemos sentirnos conformes de lo exhibido, confiando en que los éxitos llegarán en medida directa de nuestra constancia. Felicito y agradezco a todos y como expresé alguna vez: "Vuestro esfuerzo, nuestro orgullo".

jueves, 18 de agosto de 2011

Lo mío es tuyo... lo tuyo es mío.

Cuando fuí autorizado e impulsado por mi Sensei a iniciar mi propio club de JUDO en la ciudad de Angol lo hice con la fe en que con trabajo sincero y honesto los recursos llegarían solos para enfrentar el desafío y así fue: primero conseguí una sala con buen espacio y que al poco tiempo me fue cedida gratis, luego diseñé un tatami artesanal que curbió nuestras básicas necesidades de seguridad en el entrenamiento y así, nunca me faltó ni donde, ni con quién entrenar. Años después, en otro local y con alumnos distintos a los que confiaron en mi instrucción por primera vez somos presionados a renovar y mejorar las isntalaciones, como si se tratase de una obligación contractual. Uno de los mecanismos dispuestos para ello es la obtención de fondos públicos del deporte. El problema de esta vía es que hay que constituírse como club ante las autoridades regentes del deporte nacional, conformar por tanto una directiva y permitirle a esta que administre los recursos y bienes del club, trámite inviable en primer lugar porque no contamos con la cantidad de socios exigida para dicha constitución. Pero sin duda lo que más me incomoda es tener que ceder la adinistración del futuro de la actividad a personas ajenas a mi propia voluntad. Prefiero seguir trabajando sobre un tatami artesanal, pero mío, teniendo siempre la prerrogativa de decirle a quien a mi me plazca que dé media vuelta y salga de mi Dojo (Que ya han habido ocasiones para hacerlo), basado en el principio de que, literalmente, hasta el piso bajo mis pies es fruto de mi esfuerzo y dedicación por décadas, estableciendo así para quienes pretendan acompañarme honestamente decirles "lo mío es tuyo..."

jueves, 28 de julio de 2011

Sólo entre amigos.

Cualquiera que haya intentado regentar una microempresa estará de acuerdo con que resulta particularmente difícil perseverar en contra de todas las fuerzas que confluyen para detenerla. Cuando a principios de este año me volví repentinamente popular y nuestro club se llenó de gente fui víctima de mi propio éxito, generando proyectos, tanto de recurso físico, como de desarrollo deportivo del club. Al poco tiempo la realidad tocó a mi puerta, haciendo desaparecer a la mayoría de quienes habían llegado con las razones más diversas. El resultado: de pronto todos los proyectos quedaron sin sustento, porque definitivamente son las personas las que hacen los clubes, no los edificios donde estos funcionan. Abrumado por la falta de compromiso de parte del alumnado y cegado por el dolor de ser decepcionado nuevamente por varias de esas personas, tomé la desición de cerrarle la puerta del Dojo a todos quienes desaparecieron sin decir palabra y que coincidentemente eran los miembros adolescentes de la agrupación. Hoy trabajo tranquilo y sólo con adultos, resguardándome del peligro de nuevas decepciones. Hemos retrocedido varios años en el tiempo, a cuando éramos sólo un grupo de amigos que se reunían en un salón a practicar por amor al arte del JUDO, sin otras ambiciones que la promesa de bienestar que el arte ofrece. Sólo entre amigos.